Durante las últimas décadas la obesidad está alcanzando niveles epidemiológicos entre los países más desarrollados. Sabemos que el sobrepeso es un problema multifactorial, pero podemos culpar en gran parte al sedentarismo y a la mala alimentación de los preocupantes niveles en los que nos encontramos en la actualidad.
Sin embargo mucha gente insiste en culpar a la herencia genética de sus elevados niveles de grasa corporal y resignados con los malos genes que “les han tocado” dejan de intentar cambiar los hábitos que son la verdadera causa del problema.
En este reciente estudio realizado con parejas de gemelos se ha podido comprobar que esta teoría no es del todo cierta. Si bien la predisposición genética puede influenciar en cierta medida nuestra composición corporal, parece estar muy lejos de ser un factor determinante en nuestro porcentaje de grasa corporal.
En el estudio participaron 16 parejas de gemelos con una media de 60 años de edad que durante un seguimiento de 27 años presentaron unos niveles de actividad física muy diferentes.
Al finalizar el estudio, los gemelos inactivos presentaban un 50% mayor nivel de grasa visceral, un 170% mayor nivel de grasa hepática y un 54% mayor nivel de grasa intramuscular comparados con sus hermanos gemelos activos.
Este estudio confirma una vez más que a pesar de los posibles factores genéticos, la actividad física regular juega un papel fundamental en la prevención y el tratamiento de la obesidad y todas las enfermedades degenerativas asociadas a esta patología.
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